A Catlen le gustaba salir de su drudach, saliendo de la muralla, por el lado que daba al camino de salida de caravanas del Oeste. Era la salida más cercana a un pequeño oasis con unas pocas palmeras y una pequeña fuente.
SolÃa ir vestida de muchacho, para evitar las malas miradas por las costumbres locales, con la cabeza bien cubierta para que el fuerte sol no la quemara y a horas tempranas, cuando la salida y entrada a la ciudad era menor.
No sabia porqué necesitaba salir a mirar el desierto Calim a esas horas, cuando aún no asomaba el sol, pero hacia meses que algo la llevaba allà a observar el amanecer.
Su padre estaba demasiado ocupado con sus negocios en la ciudad para darse cuenta. Era un comerciante de sedas y especias con bastante éxito, y algo de renombre, lo que hacia que pudieran vivir bien en un buen sabbans. Su madre, una Sunita de Tethyr, siempre andaba atareada con asuntos de los pocos adoradores a esta diosa que habÃa en la ciudad.
TendrÃa que regresar pronto, ya habÃa iniciado sus primeras clases en religión y primeros pasos en seguir el clero materno. Como su madre le decÃa casi cada dÃa al verla quitarse su kufiya "Tienes un rostro que solo una adoradora de Sune podrÃa tener". Y era cierto, en Calimport era considerada una belleza rara, por su piel clara, sus ojos verde esmeralda y su pelo rojo intenso.
Aún era oscuro el dÃa que llegó al oasis y vio movimiento sobre una duna. No sabÃa por qué pero sus pasos la llevaron lentamente a subir por la arena para ver quién estaba allÃ, arrodillado con dos dedos en su frente y mirando hacia el Este con la mirada brillante.
Un caballero, con dorada armadura y larga barba blanca la miró de reojo y con su mano libre la invitó a unirse a él. Catlen se arrodilló a su lado sin miedo, llevo dos dedos a su frente y miró donde él miraba.
- Cuando los rayos de sol salgan, lo primero que iluminarán serán nuestras frentes y nuestros dedos sobre ellas - dijo sencillamente. Catlen esperó junto a él, en su misma postura sintiéndose en paz y tranquila.
Cuando llegó el Alba, y la luz comenzó a llenarles, el caballero comenzó a musitar una plegaria.
"Divino Señor del Alba, sonrÃenos en este sacro amanecer. Que tus dones iluminen el comienzo de este nuevo dÃa que dedicamos a llenar de esperanzas y prosperidad a quienes nos rodean. Nuestros corazones se llenan de tu gozo." El viejo paladÃn se giró levemente a Catlen y añadió. "Recibe en tu iglesia a tu nueva servidora, e ilumina su camino. Alabado seas, Lazhánder"
El anciano bajó los dos dedos desde su frente y la llevó a su espada. La descolgó de su cintura y se la pasó a Catlen con una inclinación y una sonrisa. Ella aún miraba el amanecer, como si fuera el primero que viera de verdad en su vida y tomó la espada casi sin mirar al anciano, sintiendo en su interior una nueva fuerza que ya no la abandonarÃa.
Asà fue el Inicio y el Comienzo.
SolÃa ir vestida de muchacho, para evitar las malas miradas por las costumbres locales, con la cabeza bien cubierta para que el fuerte sol no la quemara y a horas tempranas, cuando la salida y entrada a la ciudad era menor.
No sabia porqué necesitaba salir a mirar el desierto Calim a esas horas, cuando aún no asomaba el sol, pero hacia meses que algo la llevaba allà a observar el amanecer.
Su padre estaba demasiado ocupado con sus negocios en la ciudad para darse cuenta. Era un comerciante de sedas y especias con bastante éxito, y algo de renombre, lo que hacia que pudieran vivir bien en un buen sabbans. Su madre, una Sunita de Tethyr, siempre andaba atareada con asuntos de los pocos adoradores a esta diosa que habÃa en la ciudad.
TendrÃa que regresar pronto, ya habÃa iniciado sus primeras clases en religión y primeros pasos en seguir el clero materno. Como su madre le decÃa casi cada dÃa al verla quitarse su kufiya "Tienes un rostro que solo una adoradora de Sune podrÃa tener". Y era cierto, en Calimport era considerada una belleza rara, por su piel clara, sus ojos verde esmeralda y su pelo rojo intenso.
Aún era oscuro el dÃa que llegó al oasis y vio movimiento sobre una duna. No sabÃa por qué pero sus pasos la llevaron lentamente a subir por la arena para ver quién estaba allÃ, arrodillado con dos dedos en su frente y mirando hacia el Este con la mirada brillante.
Un caballero, con dorada armadura y larga barba blanca la miró de reojo y con su mano libre la invitó a unirse a él. Catlen se arrodilló a su lado sin miedo, llevo dos dedos a su frente y miró donde él miraba.
- Cuando los rayos de sol salgan, lo primero que iluminarán serán nuestras frentes y nuestros dedos sobre ellas - dijo sencillamente. Catlen esperó junto a él, en su misma postura sintiéndose en paz y tranquila.
Cuando llegó el Alba, y la luz comenzó a llenarles, el caballero comenzó a musitar una plegaria.
"Divino Señor del Alba, sonrÃenos en este sacro amanecer. Que tus dones iluminen el comienzo de este nuevo dÃa que dedicamos a llenar de esperanzas y prosperidad a quienes nos rodean. Nuestros corazones se llenan de tu gozo." El viejo paladÃn se giró levemente a Catlen y añadió. "Recibe en tu iglesia a tu nueva servidora, e ilumina su camino. Alabado seas, Lazhánder"
El anciano bajó los dos dedos desde su frente y la llevó a su espada. La descolgó de su cintura y se la pasó a Catlen con una inclinación y una sonrisa. Ella aún miraba el amanecer, como si fuera el primero que viera de verdad en su vida y tomó la espada casi sin mirar al anciano, sintiendo en su interior una nueva fuerza que ya no la abandonarÃa.
Asà fue el Inicio y el Comienzo.
Divinia, Una Artista Incomprendida
- ¡No podemos seguir asÃ!
- ¡Hay que hacer algo!
- ¡Esto es insoportable!
Poco a poco la Alcaldesa calmó los ánimos de los habitantes de su villa subiendo y bajando las manos desde donde les hablaba llamando a la calma. Cuando las exclamaciones de protesta bajaron, de gritos a meros susurros entre vecinos, siguió hablando alzando la voz.
- Tenemos que tomar cartas en este asunto, pero es un tema delicado. Se trata de uno de nuestros habitantes, aunque no sea el más querido. Pero sus padres lo eran, igual que sus abuelos y bisabuelos. Le debemos a ellos hacer lo posible por encarrilar su vida de forma adecuada. - Dijo mirándoles paseando la mirada por los más ancianos que aun recordaran de quien hablaba.
Los mayores de la villa asintieron a sus palabras pensativos, pero los jóvenes y más furioso levantaron de nuevo sus voces como protesta. Una de ellas se elevó sobre el resto y subió un par de peldaños para ser oÃda por todos:
- ¡Arruinó mi boda! Le indiqué que cantara una canción para celebrar nuestro amor y cantó sobre cómo me habÃan visto retozar con el hermano de mi prometido en los graneros. ¡Cosa que era totalmente incierta! - Dijo la interlocutora visiblemente ruborizada y mintiendo.
Otro habitante subió a su lado en los peldaños con enfado y añadió:
- Yo le pedà una canción de cortejo y le cantó a mi amada sus similitudes y parecidos con la cabra Lázara y que yo la amaba aún siento tan cabrona. - Exclamo el segundo protestante con evidente furia.
De repente mil historias sobre encargos y malentendidos empezaron a sonar en la sala de reuniones. Algunas voces se escuchaban más que otras.
- ¡A mi madre le dijo que si comÃa más podrÃa explotar y habrÃa que traer cerdos para que se comieran los restos!
- A mà me dijo que tenÃa unos bellos dientes rubios debajo de un bigote moreno - dijo una adolescente enojada.
- ¡¡En el entierro de mi hermano cantó una canción sobre que olÃa mejor muerto que vivo!! - dijo una voz al fondo.
De nuevo la alcaldesa movÃa las manos llamando a la calma y tardó en conseguirlo, todos tenÃan anécdotas que contar.
Una voz entre todas se oyó desde algún punto de la sala. Una voz que todos respetaban y que hizo que todos escucharan en silencio.
- ¿Y por qué no la enviamos lejos? En Crimmor está la Eterna MelodÃa, puede que allà puedan enderezarla un poco, y aquà estarÃamos tranquilos un tiempo. - dijo la voz mientras acariciaba una cabra a su lado.
Todos guardaron silencio y luego miraron a la Alcaldesa.
- ¡Es una buena idea! PodrÃamos decir que le hemos concedido una beca de estudios en Artes y que durante 5 años deberá estudiar y permanecer en Amn. - por primera vez en la reunión la Alcaldesa sonrió.
Algunos vecinos asintieron conformes, otros aplaudieron y otros simplemente suspiraron felices.
Unos dÃas más tarde Divinia, mediana artista, salÃa de Gambiton con una gran bolsa llena de sus instrumentos y cuadernos de música. Las gentes salieron a su paso a despedirla con alegrÃa, lo que hizo feliz a la mediana.
- ¡Joder, como me quieren! - Pensó mientras tomaba el camino.
Esa misma noche en Gambiton hubo una fiesta por todo lo alto, festejando no se sabe qué acontecimiento.
Y asà fue como a Amn llegó una mediana pelirroja, con una pandereta, una guitarra y un laúd en una de sus bolsas y cuadernos con letras de lo más peligrosas en otra.
- ¡No podemos seguir asÃ!
- ¡Hay que hacer algo!
- ¡Esto es insoportable!
Poco a poco la Alcaldesa calmó los ánimos de los habitantes de su villa subiendo y bajando las manos desde donde les hablaba llamando a la calma. Cuando las exclamaciones de protesta bajaron, de gritos a meros susurros entre vecinos, siguió hablando alzando la voz.
- Tenemos que tomar cartas en este asunto, pero es un tema delicado. Se trata de uno de nuestros habitantes, aunque no sea el más querido. Pero sus padres lo eran, igual que sus abuelos y bisabuelos. Le debemos a ellos hacer lo posible por encarrilar su vida de forma adecuada. - Dijo mirándoles paseando la mirada por los más ancianos que aun recordaran de quien hablaba.
Los mayores de la villa asintieron a sus palabras pensativos, pero los jóvenes y más furioso levantaron de nuevo sus voces como protesta. Una de ellas se elevó sobre el resto y subió un par de peldaños para ser oÃda por todos:
- ¡Arruinó mi boda! Le indiqué que cantara una canción para celebrar nuestro amor y cantó sobre cómo me habÃan visto retozar con el hermano de mi prometido en los graneros. ¡Cosa que era totalmente incierta! - Dijo la interlocutora visiblemente ruborizada y mintiendo.
Otro habitante subió a su lado en los peldaños con enfado y añadió:
- Yo le pedà una canción de cortejo y le cantó a mi amada sus similitudes y parecidos con la cabra Lázara y que yo la amaba aún siento tan cabrona. - Exclamo el segundo protestante con evidente furia.
De repente mil historias sobre encargos y malentendidos empezaron a sonar en la sala de reuniones. Algunas voces se escuchaban más que otras.
- ¡A mi madre le dijo que si comÃa más podrÃa explotar y habrÃa que traer cerdos para que se comieran los restos!
- A mà me dijo que tenÃa unos bellos dientes rubios debajo de un bigote moreno - dijo una adolescente enojada.
- ¡¡En el entierro de mi hermano cantó una canción sobre que olÃa mejor muerto que vivo!! - dijo una voz al fondo.
De nuevo la alcaldesa movÃa las manos llamando a la calma y tardó en conseguirlo, todos tenÃan anécdotas que contar.
Una voz entre todas se oyó desde algún punto de la sala. Una voz que todos respetaban y que hizo que todos escucharan en silencio.
- ¿Y por qué no la enviamos lejos? En Crimmor está la Eterna MelodÃa, puede que allà puedan enderezarla un poco, y aquà estarÃamos tranquilos un tiempo. - dijo la voz mientras acariciaba una cabra a su lado.
Todos guardaron silencio y luego miraron a la Alcaldesa.
- ¡Es una buena idea! PodrÃamos decir que le hemos concedido una beca de estudios en Artes y que durante 5 años deberá estudiar y permanecer en Amn. - por primera vez en la reunión la Alcaldesa sonrió.
Algunos vecinos asintieron conformes, otros aplaudieron y otros simplemente suspiraron felices.
Unos dÃas más tarde Divinia, mediana artista, salÃa de Gambiton con una gran bolsa llena de sus instrumentos y cuadernos de música. Las gentes salieron a su paso a despedirla con alegrÃa, lo que hizo feliz a la mediana.
- ¡Joder, como me quieren! - Pensó mientras tomaba el camino.
Esa misma noche en Gambiton hubo una fiesta por todo lo alto, festejando no se sabe qué acontecimiento.
Y asà fue como a Amn llegó una mediana pelirroja, con una pandereta, una guitarra y un laúd en una de sus bolsas y cuadernos con letras de lo más peligrosas en otra.
Daniath AmaKeth, Cartas y Viaje
Querida hija:
Nos
alegró saber que habÃas llegado a Amn sana y salva pese a lo arduo y
difÃcil del camino. Hiciste bien en unirte a una caravana de mercaderes a
la salida de nuestro amado bosque. Tu madre y yo respiramos aliviados
al recibir tu mensaje.
En
las ultimas semanas estamos acampados cerca del RÃo Unicornio, en
espera de una misiva para reunirnos en breve con algunas autoridades
locales. Esperamos ansiosos tus informes sobre la actualidad en la zona
donde te enviamos, preocupante a ojos de nuestra comunidad.
Crece,
aprende, estúdialo todo con ojos hambrientos, y no te fÃes de nadie.
Esta experiencia de paso a la madurez es lo mas valioso que podemos
darte. Aprovéchala bien. Sabes a qué sitios acudir en caso de peligro o
vicisitudes en tu camino. También te dimos algunos nombres de conocidos
en la zona en los que puedes confiar.
Con cariño:
Elithe AmaKeth
Daniath AmaKeth, Cartas y Viaje
Querido Padre:
Ya
hice un reconocimiento superficial del terreno y la zona que me
encomendasteis cubrir. Es bastante extenso y con muchos peligros incluso
en los caminos más "tranquilos".
También
pasé por Suldanessellar a conocer la ciudadela de los árboles.
Efectivamente, tal como tus relatos decÃan, es un sitio hermoso y
delicado, aunque sus gentes son muy esquivas y desconfiadas en su trato.
Allà serÃa difÃcil entablar relaciones y amistades por el momento.
En
Athkatla sin embargo es todo al contrario. Es una ciudad fea, sucia y
atestada de gentes, pero sin embargo son más dados a relacionarse con
los desconocidos o entablar un diálogo. Me sorprendió la facilidad con
la que se reúnen en un sitio llamado "Los Llanos" y se insultan con camaraderÃa y hablan de cosas muy intimas a pleno grito. A mà me llamaron "Guisante" por las buenas.
Finalmente
encontré a un gentil que me paró en mi camino a interrogarme. De
inicios parecÃa un elfo metomentodo y con poca educación, pero poco a
poco pude ver que solo querÃa saber de mà y darme algún consejo útil
para mà subsistir en la zona. Pese a tener varias insignias élficas por
sus heroicidades en la batalla, me aconsejó de forma extraña para ser
Ar-Tel'Quessir. Parece que nuestro pueblo no se lleva bien unos con
otros por esa zona, o este elfo es algún tipo de paria entre los de
nuestra raza. Tendré que averiguar más sobre sus extrañas palabras.
Espero que Madre, y el resto de la familia, este bien de salud. Intentaré enviaros nuevas brevemente.
Con cariño:
Daniath Amaketh
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